Parece contradictorio: un raspón superficial, como cuando te caés en la calle o te rozás con una pared, puede doler mucho más que un corte más profundo. ¿Por qué pasa esto?
La clave está en los nervios
Aunque los raspones son superficiales, suelen afectar una mayor cantidad de terminaciones nerviosas. Las capas más externas de la piel, especialmente la epidermis y la dermis superior, están llenas de terminaciones nerviosas libres encargadas de detectar dolor. Cuando esas terminaciones quedan expuestas al aire, a la ropa, al roce o a una curita... se activa una fiesta de estímulos dolorosos.
En cambio, en un corte más profundo, muchas de esas fibras pueden haber sido seccionadas por completo, lo que paradójicamente puede generar menos sensación de dolor inmediato.
Además, el raspón se irrita más
Los raspones tienen otra desventaja: como la herida queda abierta y más extendida, es mucho más probable que se irrite. El contacto con el ambiente, con bacterias, el movimiento constante... todo suma para hacerla más molesta.
Un clásico ejemplo: la hoja de papel
Un caso similar ocurre con los cortes pequeñitos provocados por una hoja de papel. Son superficiales, pero duelen muchísimo porque se producen en zonas muy sensibles como las manos, y apenas sangran, por lo que no hay limpieza ni reparación rápida del tejido. Además, los bordes irregulares del papel desgarran la piel en lugar de cortarla limpiamente, lo que agrava la irritación.
Entonces, ¿duele más porque es menos grave?
En cierto modo, sí. La intensidad del dolor no siempre está relacionada con la gravedad de la herida. En estos casos, el dolor es más intenso porque hay más terminaciones nerviosas activadas, y el cuerpo interpreta eso como un “¡cuidado, no toques!”.
Una adaptación muy útil desde la evolución, aunque… un poco molesta cuando tenés que poner una curita en ese raspón tan traicionero.